PRENSA

      Por el sentimiento y posible valor testimonial del mismo, recogemos el siguiente recorte de prensa publicado por el periódico IDEAL de Granada, en su sección de Opinón, el día 17/08/03.

IDEAL - Granada

17/08/2003

Tímar

MIGUEL RUIZ DE ALMODÓVAR SEL

CUANDO pregunté por ella hace unos años me dijeron que era una aldea fantasma, y despoblada, con apenas cuatro familias de supervivientes, para más señas mayores, que agonizaba anclada en el pasado, bajo la protección erizada de unos peñascos rebeldes. También me dijeron que su acceso era dificultoso a través de un camino de tierra, pero que a pesar de todo era un lugar verdaderamente precioso. Hace unos días la tentación me venció, cuando me dirigía a Cádiar, por asuntos profesionales, no dudando en pegar un volantazo tan pronto divisé, el anuncio de un desvío hacia Lobras y Tímar. Era una tarde plácida de verano, de esas que también pintaba Millet, el pintor que mejor supo pintar el campo y sus inquilinos. Mi llegada de enseguida despertó el interés y curiosidad de sus escasos pobladores, algunos ansiosos me confundieron con el empleado de la luz que esperaban desde hacía días. En cualquier caso mi presencia no pasó desapercibida. Tampoco para mí la de un grupo de zagales que bulliciosos me rondaban sin preguntar, imaginando sabe Dios que cosa. Eran de la vecina Lobras, la capital, y sus bicicletas denostaban muchos kilómetros a cuesta. Me recorrí de punta a rabo la hilera de casas, bien conservadas, que conforman el núcleo urbano, algunas con aires moriscos, secuelas de su pasado dorado, cuando según cuenta (y visto desde enfrente) parecía una frondosa moraleda, compuesta de 787 morales, la mayoría situados en los bancales que hay debajo del pueblo, y unos 168 entres las casas, al lado o en las puertas, entremezclados con parras, higueras y nogueras. Situada en la falda del Peñón del Fuerte, su término municipal, lindaba con las mismas murallas del inexpugnable y legendario Castillo de Juviles, hace siglos desaparecido a excepción de un aljibe y algún resto del muro. Pueblo tradicionalmente industrioso, que a la cría del gusano de seda, -actividad distraída y plenamente familiar: los capullos obtenidos en el verano, eran hilados en los largos días de invierno, con frecuencia aislados e incomunicados por la nieve- cabe sumar su rica flota de telares antiguos, que a las prendas de seda, se unieron más recientemente   la  confección de las mejores y más coloristas jarapas de la Alpujarra. Pero por encima de todo, llama la atención como pueblo minero, productor de mercurio, hasta el extremo de que durante 25 años (el periodo que va de 1910 a 1936), la población de Tímar vivió intensamente del trabajo de las minas. Dos eran las explotaciones mineras existentes, una situada a cada extremo del pueblo: la situada en el lado del barranco de Nieles, era propiedad de una compañía italiana, mientras que la situada en el lado de Cádiar era española, concretamente de una conocida familia granadina: los Rodríguez Acosta. El conjunto de galerías subterráneas de ambas, estaban situadas en la montaña, lugar de donde se extraía el cinabrio (sulfuro de mercurio) de color rosado-violáceo y con alta densidad, que se encontraba impregnado en la calcita del terreno. Desde allí era transportado en una vagoneta de ferrocarril tirada por un mulo hasta la fábrica de mercurio a escasos 500 metros, lugar donde se obtenía el mercurio metálico: enfriando el vapor de mercurio, se obtenía el mercurio líquido. Resulta sumamente casual y curiosa la relación de ésta fuente de riqueza con los repobladores cristianos tras la expulsión definitiva de los moriscos: Si uno se molesta en conocer los nombres y procedencia de las ocho familias que repoblaron Tímar en 1574, se encuentra con que cuatro proceden de la provincia de Ciudad Real una de Puertollano y tres de Almadén, poblaciones ambas famosas por su producción de mercurio. De las otras cuatro, una provenía de Melilla, otra de León, y las otras dos de Zaragoza. Repobladores todos que venían de otros mundos, y otras costumbres, con aires nuevos, totalmente distintos a los anteriores moradores, pero con el propósito inquebrantable de establecerse de forma definitiva. Algo parecido a lo que está ocurriendo ahora, con la llegada de tanto y tanto extranjero a la Alpujarra, si bien con el gran matiz diferenciador de que los que se van, lo hacen voluntariamente y con los bolsillos llenos de oro. Están vendiendo su tierra, y con ello la tierra de sus mayores, es decir su patria chica, por un precio irrisorio y mundano, simplemente por dinero.

      Aunque con algunas perdonables imprecisiones (como por ejemplo: en El Fuerte hay más de un aljibe y el muro -aunque deteriorado en muchas zonas- mide más de 475 m.), este periodista con muy pocas palabras hace un sintético recorrido por la historia y realidad actual de nuestro pueblo.

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Prensa: Artículo sobre Tímar
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